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martes, 27 de octubre de 2015

Cuando el croissant conoce a la avispa...

Muchos de vosotros os preguntaréis; pero este chaval, ¿porqué cojones llama a una entrada de su blog "Cuando el croissant conoce a la avispa..."? Tranquilos, pronto entenderéis porque he titulado así a este texto. Pero para ello os debo de relatar con mi magnífico inútil talento para quejarme de la sociedad, dos hechos irrelevantes de mi vida cotidiana pero muy relevante como para ser protagonistas de la entrada de este blog.

Me encontraba un día cualquiera con una amiga de la universidad de compras-si, de compras; seré al único tío que le gusta ir de compras-; entramos en una tienda hiper famosa de ropa masculina. El nombre de esta tienda me lo voy a reservar para no dar más publicidad que la que tiene, pero digamos que tiene por nombre la ciudad en la que habitan una familia de color amarillo que sale por la televisión; ¡ahí lo dejo! Suelo ser un cliente excepcional de esta tienda porque me encantan sus jersey de punto. Fue uno de estos jersey el que me hizo pensar... Creerme cuando digo que soy un chico delgado que utiliza una talla M para los jersey y que además tengo una espalda acorde con mi altura/complexión/y estas demás mariconadas que no le importan a nadie; bien, me probé uno de estos jerseys y me quedaba ENORME, ENORME de espalda. Ante mi perplejidad mire otra vez la talla del jersey y la M no había desaparecido de la etiqueta. Pensé que habría sido un error y me probé la talla S. El resultado era el mismo: ceñido de cintura y enorme de espalda. Se me ocurrió mirar el jersey sin tenerlo puesto y ví que era para un cuerpo anti-natural: muy poca cintura y una espalda extremadamente amplia. Me seguí probando jersey/camisas/camisetas y el resultado fue el mismo: salí de la tienda medio loco del cabreo...

"Bueno, no te preocupes. Que ya encontraras más prendas en otra tienda..."-me consolaba mi compañera de fatigas de la universidad ¡JÁ! Se cabreo ella cuando vio en su tienda favorita de ropa un maniquí que tenía unas tallas 100-50-90 ¡Sin exagerar! El maniquí tenía un pecho y un culo descomunal; pero en cambio tenía una cintura minúscula. Cuando entramos en la tienda todas las prendas seguían ese mismo patrón... Lógicamente, a mi amiga no la quedaba bien nada porque tenía y tiene un cuerpo proporcionado y normal.

Ni los hombres somos croissants-estrechos de piernas y cintura; anchisimos de espalda- ni las mujeres avispas-pechos y culos enormes; y cinturas imposibles-. ¡Son patrones que son totalmente anormales! ¡Nadie tiene ese cuerpo! ¡Ni nosotros nos debemos dejar instaurar ese nuevo patrón de gimnasio que nos está intentando inculcar la sociedad! Esperar, no me critiquéis porque critico a los gimnasios. Ir al gimnasio es muy bueno para nuestra salud pero siempre debemos de tener la ayuda de un monitor especializado para que nos pueda dar consejo; y buscar lo NATURAL, señores. Un chico que le gusta el deporte tiene un cuerpo natural no es un croissant lleno de batidos de proteínas; al igual que en el caso de las mujeres. 

Debemos de amarnos por lo que somos y si tenemos inseguridades, debemos trabajarlas y no dejar que nos dominen...

¡ARRIBA LOS CUERPOS NATURALES!


sábado, 24 de octubre de 2015

Los Huesos de Clara

¿Qué precio tiene un cuerpo ordinario en esta incoherente sociedad? Mucho. Al menos para ella. Para Clara

Ella había levantado los cimientos de su existencia en un pensamiento informe. Un pensamiento alimentado por una comunidad opaca. Basada en adolescente fijando su mirada en un teléfono; inmersos en otra conversación banal, una comunidad donde el más “guay” es el más cabrón, donde el elevado peso de la masa encefálica en los jóvenes brilla por su ausencia y en la que enseñar las costillas cual xilófono es el Everest de la moda. Ese es el problema de muchos jóvenes y el de Clara. Ella se mostraba fuerte y tenaz en los pasillos de su instituto, pero nadie sabía que era un saco de inseguridades. Inseguridades creadas por la sociedad. Inseguridades creadas por unos cánones de belleza patológicos. 


Por ello cada mañana se miraba en el espejo y detenidamente, observaba como brotaban sus costillas cada vez que respiraba. Insatisfecha con su extrema delgadez. Quería más. Más de lo que ya tenía. 

Ella tenía todo. Amigas artificiales-las cuales se juntaban con ella para elevar su status-, un novio patético-él cual estaba enamorado de los estereotipos que lanzaba su novia-y gente a la que enfrentarse. Clara sedaba su rabia despreciando a todo aquel que no se encontraba dentro del intervalo de lo “bello”, “normal”, “sexy”… ¿Pero qué significan esas palabras? 

Una persona bella es aquella que se demuestra agradable a los que le rodean, una persona que te levanta cuando te caes de culo, una persona que esta para lo bueno y para lo malo… 

Una persona normal es aquella que muestra sus sentimientos, que no tiene miedo a llorar por el “¿Qué dirán?”, es una persona valiente, aquella que mira adelante y mira por los demás antes que por sí mismo… 

¿Y sexy? Eso es subjetivo y cada uno tiene sus puntos de vista, a cada cuál más descabellado que el anterior, pero para mí: sexy = inteligencia.


Está claro que Clara y yo, no compartíamos las mismas opiniones. Ella vivía de su cuerpo y alimentaba su pensamiento del “¿Qué dirán?”. ¿Pero que fue el precio que tuvo que pagar para lucir un índice de masa corporal bajo y verse “guapa”? Ardores en el esófago de tanto vomitar, atracones de comida por pura necesidad, lloreras frente a un cruel espejo porque quería más, desmayos constantes porque su cuerpo no podía con más…


Un fatídico día, ella no pudo con la presión. Se quitó la vida por una de sus resonantes inseguridades ¿Cuál fue el legado que dejo Clara? ¿Unas amigas llorando y aferrándose a su estrecho ataúd? ¿Un novio desolado? No. Claro dejó lo que ella había reflejado en su corta existencia: NADA, solo sus huesos.


¿Entonces? ¿Por qué ponemos límites a la belleza o la normalidad? ¡SI PUEDEN ABARACAR CARACTERÍSTICAS INFINITAS! ¿Por qué debemos sentirnos mal por no sentir, pensar, vestir, actuar o hablar igual que la mayoría? Debemos de mirar por nuestra propia cultura. ¿Y si acogemos a la gente “distinta” y nos enriquecemos con su forma de pensar alternativa? Sería una forma muy bonita de crecer.


Perdón si peco de muy utópico pero… ¿No hemos aprendido nada de la mierda de vida de Clara? ¿No creéis que debemos cambiar?
Harry Potter - Golden Snitch